MONÓLOGO: EL ORDEN Y EL DESORDEN
¡Buenos días! Bueno… pues tampoco tan buenos. ¡Que no
daríamos para estar en casa y en vez de tener una silla debajo el trasero tener
el sofá! ¿O no?
Es precisamente en casa donde se encuentra nuestro campo
de batalla. La maleta en las escaleras, una camiseta sobre la mesa, el mando
debajo el sofá y los libros de escuela tirados por aquí y por allá.
Y es que somos unos desordenados, de todos nosotros solo
se salvan las madres, y por los pelos. Ellas siempre saben dónde se encuentran
tus pertenencias y además prevén lo que les pedirás antes de que hayas abierto
la boca.
¿No os ha pasado nunca que buscáis esos apuntes que me
dejó mi amiga el martes pasado, pero los necesita para hoy y yo los he perdido
en el último momento? Y cuando ya estás desesperado y has removido habitación
por habitación, y solo te quedan cinco minutos antes de ir a la escuela,
aparece tu madre y te dice <<Si buscas los apuntes están en el comedor,
debajo del cojín verde>> .
¡En el único lugar que habías pasado por alto, el único!
En aquel instante no sabes si tienes ganas de llorar de felicidad o alivio o
enfadarte con tu madre por no habértelo dicho antes.
Ellas siempre lo encuentran todo; llaves, libros, ropa…
aunque a veces lo que pierden son sus objetos o la noción del tiempo, siempre
van de bólito. Lo que tu tardarías
horas en hacer te lo hacen en diez minutos.
Su debilidad es la limpieza, sobre todo cuando les
cuentas que viene un amigo a jugar esa tarde, luego, sin previo aviso, pasa un huracán
y se lleva el desorden a otra parte, como si no hubiera existido nunca.
La mejor manera de guardarlo todo, y ahora prestad mucha
atención, es meterlo a presión en un armario o en un cajón, porque queda
totalmente camuflado y no has tardado ni la mitad. ¡Ya puedes ir a molestar a
tu hermano! (Que estaba demasiado tranquilo).
Además, en las habitaciones de cada uno se ve reflejada
su personalidad, sobretodo en la de los hermanos. Una es luminosa, la otra
oscura, una está ordenada y la otra no, en una se ve el suelo y en la otra no
puedes ni entrar de tantos objetos que te barran el paso.
Pero lo más curioso es que cuando te ves obligado a
ordenar, casi siempre a regañadientes, aparte de acabar hecho polvo, el hogar
parece otro. “Te transmite buenas vibraciones y te cuesta menos concentrarte”.
¡El inconveniente es que luego no encuentras nada de nada! Todo se encuentra en
otro lado.
Júlia Nateras Mundet
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